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jueves, 18 de septiembre de 2014

El hombre está sumido en el tiempo: en él nace, vive y muere.

ACI Prensa 6 min · ""El tiempo se escapa irremediablemente", sentenciaba ya el antiguo poeta latino. El hombre está sumido en el tiempo: en él nace, vive y muere. Con el nacimiento se fija una fecha, la primera de su vida, y con su muerte otra, la última. Es el alfa y la omega, el comienzo y el final de su existencia terrena, como subraya la tradición cristiana al esculpir estas letras del alfabeto griego en las lápidas sepulcrales. No obstante, aunque la existencia de cada uno de nosotros es limitada y fragil, nos consuela el pensamiento de que, por el alma espiritual, sobrevivimos incluso a la muerte. Además, la fe nos abre a una "esperanza que no defrauda" (cf. Rm 5, 5), indicándonos la perspectiva de la resurrección final. Por eso la Iglesia usa en la Vigilia pascual estas mismas letras con referencia a Cristo vivo, ayer, hoy y siempre: Él es " principio y fin, alfa y omega. Suyo es el tiempo y la eternidad". La existencia humana, aunque está sujeta al tiempo, es introducida por Cristo en el horizonte de la inmortalidad. Él "se ha hecho hombre entre los hombres, para unir el principio con el fin, esto es, el hombre con Dios"." Carta de San Juan Pablo II a los ancianos, año 1999. Imagen de uno de los dos relojes de la fachada de la Basílica de San Petro (Vaticano). Se incluyeron a finales del siglo XVIII y son obra del artista Giuseppe Valadier.

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